El estudio (A24) que nos ha traído películas tan perturbadoras como, 'La Bruja', 'Heteditary' y la tremenda 'Midsommar', nos invita ahora a una historia de terror sobre una joven enfermera, que se une a la fe cristiana tras sufrir un grave trauma psicológico. Una fe que, por supuesto, es blasfema, pues bebe del fundamentalismo radical.
La protagonista, Maud (interpretada por Morfydd Clark), la vemos usar clavos en las suelas de las zapatillas para sangrar, en un intento de expiación de los pecados a través del sufrimiento. La cinta nos trae posesiones demoníacas (al menos eso entendemos con la secuencia de la levitación en mitad de una habitación) y una constante presencia del pecado y el miedo a la infernal condenación eterna. Maud tratará de "salvar" a uno de sus pacientes de las llamas del averno, sea cual fuere el coste. ¿Hasta qué punto esa desviación de los códigos del cristianismo moderado traerá consigo consecuencias nefastas?
Un tipo de cine de horror que no necesita los brincos ni las excentricidades visuales para despertar miedo. Esa técnica del "no mostrar" fue utilizada en cintas como Paranormal Activity (el enemigo era invisible) o Alien, el octavo pasajero, donde el suspense incrementaba precisamente por la extrañeza de no ver casi nunca a la criatura.
Este manejo de los códigos del género ha llevado a Saint-Maud a alzarse con el premio especial del British Film Institute (BFI), en un jurado presidido por el cineasta Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire)Una historia muy oscura que tiene tintes del inquietante giallo que creó Luca Guadagnigno con Suspiria.
Incluso empalma con Cisne Negro y Madre en aquella estética de claroscuros y el uso del juego psicológico de "los demonios de la mente", típico del cine Darren Aronofsky.
En definitiva un film visceral, que busca colarse por nuestros miedos y quedarse por un buen tiempo con nosotros, como ese invitado que no sabe que debió partir hace rato.
Saint Maud
por Iván Zamorano Herrera
