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Más allá del género: Hernán Moyano y las nuevas fronteras del cine

Actualizado: 2 jul

Explorar la vertiginosa carrera de Hernán Moyano es adentrarse en un territorio donde el cine trasciende en una experiencia envolvente. Director, productor, guionista y figura multifacética del cine de género.

En esta entrevista, Moyano nos habla de su recorrido, de los desafíos de crear en los márgenes del cine industrial y de ese impulso por llevar al espectador más allá de lo conocido

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¿Cómo ves el panorama actual del cine latinoamericano, especialmente dentro del género fantástico y de terror?


Lo veo en constante crecimiento. Cada vez se hace más evidente una tendencia: lo más interesante del panorama actual está siendo impulsado por directoras, guionistas y productoras mujeres. Percibo en sus obras una sensibilidad particular que da lugar a proyectos mucho más profundos y estimulantes que muchos de los que dominan hoy la escena.


La deuda pendiente sigue siendo que las grandes productoras y plataformas apuesten por contenidos originales de genero liderados por realizadores y realizadoras latinoamericanos. Creo que las producciones en plataformas están llegando al punto de morderse la cola: repiten fórmulas, se copian a sí mismas, y esa falta de riesgo genera una creciente sensación de estar viendo siempre la misma película. El star system se agota, y muchas de estas producciones caen en el olvido apenas una semana después de su estreno.


Ojalá hubiera una apuesta sostenida por otros géneros: el terror, el thriller, el fantástico, el policial. Me aburre profundamente ver comedias livianas, biopics de personajes sin alma y true crime que parecen salidos todos de la misma máquina de hacer películas.


Frente a ese panorama, siento que las películas de género representan una bocanada de aire fresco. Son, quizás, el último bastión de resistencia real del cine


¿Qué desafíos creés que enfrentan hoy los cineastas independientes en la región para desarrollar y distribuir sus obras?


Creo que esto no ha cambiado: las fuentes de financiamiento siguen siendo el eslabón más débil de la cadena de producción. Hoy hay directores mucho mejor preparados que a fines de los noventa, guionistas con oficio, e incluso cierto star system de género listo para lanzarse a cada nuevo proyecto. Sin embargo, el enorme vacío entre la etapa de desarrollo y el momento en que un proyecto logra concretarse hace que muchos equipos lleguen debilitados al rodaje, o peor aún, que muchos realizadores queden en el camino.


Siento que gran parte de mi generación transita una etapa compleja, dividida entre quienes siguen batallando y quienes, poco a poco, van tirando la toalla.


Por otro lado, los realizadores actuales enfrentan el desafío de diferenciarse en un océano de contenidos que parecen haber sido concebidos por algoritmos y ejecutados por líneas de producción automatizadas. Crear algo con identidad, en ese contexto, se vuelve un acto de resistencia.


¿Cómo influye el contexto político y social de cada país en las temáticas que hoy se abordan en el cine latinoamericano?


Yo creo que el cine de género siempre ha sido un espacio de resistencia. Una verdadera guerrilla. Desde la producción ultra independiente han surgido grandes obras que retratan, con originalidad y fuerza, la diversidad de la realidad latinoamericana.


Siento que, en países como Argentina, todavía estamos en una etapa de reconfiguración. Los realizadores intentan rearmarse frente al avasallamiento cultural que impone un gobierno de ultraderecha, empeñado en borrar cualquier forma de expresión que pueda alertar a la sociedad sobre la realidad que ellos mismos se encargan de maquillar.


Imagino que pronto comenzaremos a ver producciones verdaderamente guerrilleras, que metaforicen esta especie de distopía a través del terror o la ciencia ficción. Creo que en otros territorios de la región sucede algo similar. Y ahí radica una de las grandes ventajas del cine de género: la posibilidad de decir cosas incómodas dentro de un envoltorio reconocible, accesible para públicos diversos, pero sin resignar profundidad.


Por eso estoy convencido de que nuestras realidades sí influyen en lo que hacemos. Y al mismo tiempo, me parece valioso que podamos dejar un registro de época a través de nuestras historias. Porque eso, al fin y al cabo, no podrá borrarlo ningún gobierno de turno.

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¿Qué rol creés que cumplen los festivales de cine de género en visibilizar nuevas voces y narrativas en Latinoamérica?


Los festivales de cine son un bastión indispensable para que nuestras películas lleguen a públicos que, de otro modo, jamás accederían a ellas. Siento que asistir a un festival —sea del género que sea— es siempre una forma de volver a la escuela de cine: de reencontrarse con narrativas diversas, miradas únicas y puntos de vista que expanden lo posible.

En un contexto tan uniformador como el actual, donde las plataformas tienden a colonizar el gusto del espectador promedio, los festivales se convierten en espacios de resistencia. Son refugios creativos y también lugares de nacimiento. Porque en los lobbies, en las salas, en las fiestas o en esas charlas de pasillo, suelen gestarse las nuevas películas que alimentarán las grillas de futuras ediciones.


SOBRE LA CASA ANGOSTA La nueva película de Moyano

¿Qué te inspiró a escribir esta historia?


“La casa angosta” es una forma de exorcizar algunos miedos y disgustos propios. Es poner en pantalla ciertas situaciones con las que me encontré en esta profesión y liberarlas dentro de la narrativa de una película de terror bien clásica. A la vez, es un homenaje a esas películas sobre crisis de fe y paranoia de finales de los sesenta y principios de los setenta, mezcladas con la estética del cine sobrenatural de los años ochenta.


La idea surgió el día en que entré a la locación de otra película que había filmado meses antes, “El ritual del libro rojo: las puertas del infierno”. Durante el scouting técnico, me encontré con una situación sumamente particular que íbamos a tener que enfrentar durante el rodaje. Era algo que, sin exagerar, parecía salido de una película de terror, pero en la vida real. Esa experiencia me disparó, en ese mismo instante, la idea de “La casa angosta”. Salí de la locación escribiendo el guion en mi cabeza y cuando hablé con los productores sobre la posibilidad de filmar una primera colaboración en Asunción, no dudé: esta era la película que teníamos que hacer juntos.

Una vez tomada la decisión, la primera versión del guion salió en apenas un mes. La historia ya estaba muy clara en mi cabeza. Luego vinieron varias reescrituras, hasta llegar al guion definitivo, que terminó siendo bastante distinto de ese primer borrador.


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¿Qué elementos personales o simbólicos se filtraron en esta obra? ¿Qué querías explorar o decir a través de ella?


A nivel personal, significó muchísimo. Como te decía antes, fue una forma de exorcizar cosas que sucedieron y enfrentar miedos propios. A veces, el proceso de escritura es profundamente solitario, pero justamente esa soledad te permite confrontar tus dilemas e inquietudes más íntimas. La ventaja que tenemos los guionistas es que podemos hablar de todo eso a través de nuestros personajes.


Siento que esta es mi película más personal. Tuve la suerte de encontrarme con Armando Aquino, que además de ser un enorme talento, es una persona muy sensible. Supo potenciar toda esa búsqueda narrativa que tenía en mi cabeza y traducirla en imágenes desde su rol como director de fotografía y también como codirector. Armando fue un hallazgo enorme a nivel profesional y también a nivel humano. Es esa gente que realmente suma siempre. No se guarda nada. Y eso hoy, se agradece.


A nivel macro, la película habla de esos momentos en los que estamos emocionalmente vulnerables, y de cómo, en esos contextos, suele haber personas a nuestro alrededor que encuentran la manera de fortalecerse a partir de nuestra debilidad. Creo que todos, en algún momento, hemos estado rodeados de gente así.

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¿Cómo fue trabajar con el elenco paraguayo y qué buscabas en las actuaciones para lograr esa atmósfera tan particular?


Realmente fue una de las mejores experiencias de mi carrera. Siento que en Paraguay hay un enorme talento actoral y, además, que al no existir una producción sostenida de ficción, los actores están hambrientos por desarrollarse y ponerle el cuerpo a personajes que los saquen de una cotidianeidad más vinculada al teatro o la publicidad. En ese sentido, la ficción —y especialmente el cine— es un mundo completamente distinto. En el cine hay una exigencia mayor, hay que componer y sostener un personaje durante mucho tiempo, proponer matices, profundidad, y trabajar para que ese personaje tenga la carnadura que el público después agradece.



Fuimos muy afortunados de poder contar con actores y actrices como Lizzie Gómez (con quien ya habíamos trabajado en El ritual del libro rojo), Diro Romero, Lía Love, Matías Miranda (otro sobreviviente de El ritual), Alejandra Cabral, Alberto Jara y Natalia Calcena. Fue un desafío enorme para nosotros como directores estar a la altura de su talento y encontrar el tono justo que esta película requería.



La casa angosta tiene un tono muy particular. Por eso, junto a Mario Martí —nuestro estupendo director de actores—, trabajamos durante un mes y medio en ensayos, para llegar al rodaje con la seguridad de que podríamos lograr las actuaciones necesarias dentro del tiempo ajustado que teníamos.



El tono de la película navega entre el universo opresivo de una cinta de Roman Polanski y el pulso narrativo de producciones de M. Night Shyamalan o Wes Craven. Es una película atípica dentro del panorama actual del cine de horror. Realmente creo que va a sorprender.



¿Con qué tipo de público creés que va a conectar más esta película y por qué?


Siento que la película puede conectar muy bien con el público adolescente, pero creo que quienes más la van a disfrutar son los cinéfilos y amantes del cine de horror de los '70 y '80. Está pensada para que, dentro de una cáscara reconocible para quienes superan los cuarenta, también funcione para los menores de treinta, sin que se sientan frustrados al buscar una experiencia de terror mas clásica.


Al mismo tiempo, creo que La casa angosta va a llamar la atención por lo arriesgado de su propuesta. Es una película sostenida por sus actores, que delinearon cada personaje con un compromiso absoluto. Hicieron crecer el guion y permitieron que nuestro trabajo como directores pudiera ser mejor. Les estoy profundamente agradecido.


Es un proyecto arriesgado, y eso es justamente lo que me entusiasma. Desde que tengo dieciocho años escucho a gente decirme que lo que hago no debería hacerlo, o que debería hacerlo de otra manera. Y desde entonces, disfruto desafiarlos y demostrar que los resultados, cuando hay convicción, se disfrutan y trascienden.


Siento que nosotros hacemos las cosas con pasión. Y esa es, quizás, la diferencia entre los artesanos y los verdaderos artistas: el corazón.


PROYECTOS ACTUALES Y FUTUROS

¿En qué proyectos estás trabajando actualmente, ya sea en cine, literatura u otros formatos?


Actualmente, junto a los productores ejecutivos de La casa Angosta, Bruno Zuccolillo y Gaspar Zaldívar, estamos evaluando la posibilidad de producir algunos proyectos que me encuentro desarrollando. Cada uno se encuentra en distintas etapas de escritura. La idea es seguir co dirigiendo con Armando Aquino, en quien encontré un gran compañero de aventuras y una persona realmente impresionante.


Por un lado, está la firme intención de llevar adelante el guion que escribimos con Verónica Calvo, La madre oculta, una película de terror paranormal que queremos mucho. Además, estoy comenzando a escribir dos nuevos largometrajes: uno del mismo subgénero, titulado La madrina, y otro —aún sin título definitivo— que será un thriller de tono religioso.

También está en desarrollo la idea de producir una película de terror antológico, en asociación con otras productoras locales, con el objetivo de visibilizar el enorme talento que existe en el país.


Realmente me siento afortunado de haberme cruzado con Gaspar y Bruno, quienes confiaron en mi experiencia dentro del genero para asociarnos y poder pensar en Paraguay como un hub de producción de cine de genero que pueda tener alcance internacional.


En una etapa más avanzada, René Ruiz Díaz —productor de No entres y El ritual del libro rojo: Las puertas del infierno— junto a Nicolás Onetti, está preparando un largometraje que escribí, titulado Maldecidos, que será dirigido por Hugo Cardozo. Según tengo entendido, el rodaje está previsto para 2025 o principios de 2026.



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¿Qué importancia le das al cruce entre cine y nuevas tecnologías? ¿Estás interesado en explorar formatos como la realidad virtual o el cine interactivo?


Me parece que hoy el entretenimiento debe ser una experiencia. Ya no alcanza solo con la proyección de la película en la sala; los realizadores tenemos que buscar formas de expandir esa vivencia. Creo que las nuevas tecnologías, como el concepto de transmedia, son herramientas que no debemos dejar de lado y que definitivamente vale la pena explorar.


Actualmente, no encuentro cómo concretar mis ganas de seguir investigando nuevas tecnologías como la realidad virtual o el fulldome. El gran problema es la escasa financiación que existe para proyectos en estos formatos. Siento que, en esta parte del mundo, todavía estamos atrasados, y se vuelve sumamente cuesta arriba poder desarrollar nuevas formas de narrar historias.


Después de Belisario, me sentí muy frustrado: me encontré con interlocutores que no supieron ver las posibilidades reales de experimentar con nuevas maneras de llevar nuestras historias a la pantalla. De alguna manera, esa falta de visión me frustró profundamente.


Ojalá, en algún momento, aparezcan productores que se animen a arriesgar y dejen su huella en el desarrollo de la industria de las nuevas tecnologías aplicadas al arte.


¿Qué consejos le darías a las nuevas generaciones de cineastas que quieren contar historias desde Latinoamérica?


Que filmen a toda costa.

Que contar sus historias sea una cuestión de vida o muerte. Hoy ya no existen las trabas tecnológicas ni la excusa de la falta de recursos. Con un celular se puede emocionar, conmover, exorcizar miedos y ansiedades.


El mejor consejo que recibí en mi vida profesional fue no tener un plan B. Desde que tengo uso de razón, mi vida ha sido monotemática: cine, cine, cine. No hay nada más.


Creo que esa desesperación por crear nuevas historias es lo que, en definitiva, hace que las cosas sucedan. La timidez no es un buen atributo para un realizador. Tenemos que ser una fuerza de la naturaleza, arrastrar todo a nuestro paso.


Arrastrar a otros con la misma pasión. Convocar. Contar. Hacer.


El cine es una forma extraordinaria de escapar de contextos adversos, incluso hostiles.

Hay que poner el corazón por delante. Siempre.


Si tuvieras que soñar en grande: ¿con qué historia te gustaría cerrar tu filmografía algún día?


Me gustaría soñar que no tengo que cerrarla. O que mi historia termina en un set. Como Spielberg o Clint Eastwood que sostienen que moriran en un set. La verdad es que no sé qué haría sin el cine en mi vida. Fuera de ese ámbito, soy bastante poco interesante. Y dentro quizás también. Ojalá nunca tenga que dejar de contar historias.





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