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Relic (2020)

Este film nos hace preguntar las diferencias entre el horror y el terror. El horror, en palabras de la directora Natalie Erika James, es ver a un ser querido morir en vida. En base a esa vivencia que la realizadora australiana se estrena detrás de cámaras con Relic, un drama con vislumbres de cine gótico y casa embrujada que pone los sustos gratuitos en la cajonera para contar una historia multigeneracional sobre un tipo de horror muy humano.



Kay (Emily Mortimer, El regreso de Mary Poppins), acompañada por su hija Sam (Bella Heathcote, Orgullo, prejuicio y zombies), emprende un viaje hacia las afueras de Melbourne luego de que su madre que sufre demencia, Edna (Robyn Nevin), es reportada como desaparecida.



Al llegar a la oscura casa en el bosque, Kay y Sam se sorprenden por el descuidado estado en que Edna vive: las frutas están descompuestas y hay notas adhesivas por doquier que delatan su estado avanzado de Alzheimer. Casi tan repentinamente como se desvaneció, Edna regresa, pero no es la misma. Tiene una extraña marca en su pecho y está convencida que hay una presencia en la casa, lo cual también es percibido por Kay y Sam. El olvido no solo es retratado en forma de una enfermedad, que es lo que padece Edna, sino como una acción del abandono.



Lo único lamentable es no poder ver Relic en una sala de cine, ya que desde casa la experiencia se siente diluida. Aun así, esta ópera prima de James se ve potenciada por uno de los finales más desgarradores que se han visto en algún lanzamiento de terror de los últimos años.


Después de verla me quedé un buen tiempo reflexionando, que el horror a veces nace del amor.






Por Iván Zamorano Herrera










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